Seamos Mejores Maestros de esta semana
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Ana (con sonrisa amable):
Hola de nuevo, Lucía — gracias por recibirnos otra vez. Soy Ana, ¿cómo te encuentras hoy?
Lucía (amable pero reservada):
Hola, Ana. Pues bien, gracias. Estábamos casi saliendo, pero tengo un ratito. ¿Qué me trae por aquí hoy?
Ana:
Me da gusto que tengas un rato. ¿Te acuerdas que la vez pasada hablamos algo de la Biblia y te dejé unas lecturas?
Lucía:
Sí, me acuerdo. Pero honestamente no he tenido mucho tiempo para leer.
Ana:
Lo entiendo perfectamente — muchas personas están muy ocupadas hoy en día. Si te parece bien, quería proponerte algo que podría adaptarse a tu ritmo. Es un curso bíblico sencillo, paso a paso. Tú lo haces cuando puedas, sin presión, y yo te acompaño si lo deseas.
Lucía (con curiosidad):
¿Un curso bíblico? ¿Cómo sería eso?
Ana:
Sí — sería algo como leer juntos un pasaje corto, conversar sobre lo que significa y ver cómo puede ayudarnos en la vida. Nada complicado ni intimidante. Por ejemplo, podríamos empezar con pasajes que hablan de esperanza, de sentido para la vida, algo que muchas personas sienten falta hoy.
Lucía:
Mmm… suena tranquilo. Pero déjame preguntarte algo: yo no sé mucho sobre la Biblia, y en realidad dudo si esas cosas aplican hoy.
Ana (respetuosa, con voz calmada):
Es muy válido lo que dices, Lucía. No se exige que sepas todo ni que creas todo de entrada. Ese curso no es para juzgar; es simplemente para explorar las preguntas juntos. Si algo no tiene sentido o no te convence, lo charlamos sin problema. Tú puedes expresar lo que piensas, tus dudas, tus experiencias.
Lucía (asintiendo lentamente):
Eso me gusta, que sea sin presiones. A veces me cansa la idea de que me quieran convencer de algo.
Ana:
Sí — a nosotros tampoco nos interesa convencer por la fuerza. Lo bonito es escuchar con honestidad, tanto tus dudas como lo que te preocupa, y buscar respuestas sinceras. Si te parece bien, puedo dejarte ese folleto y, si tú quieres, en unos días volvemos y lo vemos juntas, a tu ritmo.
Lucía:
Podría funcionar. Pero también te digo: no prometo nada.
Ana (con respeto y sonrisa suave):
Claro — lo entiendo. No se trata de prometer compromiso ahora. Solo dejo la invitación. Si decides más adelante que sí quieres conversar, yo con gusto te visito.
Lucía:
Está bien, eso me parece bien.
Ana:
Perfecto. Gracias por tu sinceridad, Lucía. Aprecio el tiempo que me das. Y si en cualquier momento quieres hablar, preguntas o compartir algo — aquí estoy.
Lucía:
Gracias, Ana.
Ana (despidiéndose cálidamente):
Que tengas un lindo día. Hasta pronto.
Lucía:
Hasta pronto.